Misionera católica: “Jesús me sacudió en África"

Misionera católica: “Jesús me sacudió en África"

En medio de nuestra campaña “África también nos duele”, los invitamos a leer la entrevista que el periódico Encuentro realizó a la hermana Ximena Cabezas quien lleva 14 años viviendo en el centro del “continente negro” y afirma que una de las peores desgracias que vive esa parte del mundo es el desmedido interés de occidente por sus riquezas, en contraposición a la indiferencia sobre la realidad de las personas.

 
Jueves 13 de Octubre de 2011
La hermana Ximena Cabezas Arenas es santiaguina y religiosa de la congregación Misioneras de Cristo Jesús, pero desde 1997 está radicada en África. Primero estuvo en El Congo y luego en Camerún, y desde 2010 está en el Tchad, un país del centro del continente, vecino al “cuerno” -compuesto por Somalía, Eritrea, Etiopía y Sudán- donde la ONU ha declarado estado de hambruna debido a la peor sequía en 60 años. Sólo en esa zona se habla de 14 millones de personas afectadas por la falta de alimentos y de siete muertes diarias por esa razón.

En este tiempo, la religiosa de 43 años se ha dedicado a la evangelización, promoción de la mujer y el desarrollo humano, a través de catequesis, talleres de capacitación y, últimamente, impulsando la organización de las comunidades para la realización de pozos donde obtener agua, el recurso más escaso de la zona, que sin embargo, brota a 50 metros de profundidad.

¿Cómo vive la gente?

“Depende de lo que encuentren, lo que comen. Muy temprano en la mañana salen con su garrafita de agua y trabajan, trabajan y trabajan. Es que sacarle el fruto a la tierra, a una tierra que solamente recibe agua dos meses al año y que ahora está con una terrible sequía, es difícil. Normalmente allá comen sólo por la noche. Pasan el día buscando hojitas de árboles, granitos, yuca o alguna cosa, para después en la noche no irse con el estómago vacío a dormir. El hambre “duele”.

La hermana Ximena conserva recuerdos muy crudos del hambre, como la muerte de Katherine, una pequeña de un año y medio, que desesperada por comer se cayó al interior de un cántaro al fuego donde su mamá preparaba un licor que vendería más tarde. “La encontraron quemada y muerta. Una niña que por desesperación va en busca de algo y a lo único que se aferra es a eso. Cuando fui a su casa y levantaron la sabanita con que estaba tapada, vi a esa niña y se me acabó el mundo, porque dije esto no puede ser, pero allá, después de llorar -porque duele, duele mucho-, se reza, se canta, se recuerda a la persona que murió y se sigue adelante, porque hay mucho por hacer. Eso lo vas aprendiendo de la misma gente. En África no hay depresión, no hay tiempo. La mamá de Katherine tenía 6 hijos más por los que levantarse”, cuenta la religiosa Hambre, desnutrición, infecciones, conflictos bélicos, poblaciones enteras huyendo de guerras y en busca de alimento. Un desolador panorama muy difícil de comprender desde este lado del mundo.

“África es muy diversa. Hay una bonita imagen de safaris y lo exótico, y otra muy empobrecida, muy desigual, muy tocada por todo lo que pasa a nivel mundial, pero que en contrapartida no cuenta para el resto del mundo. Tiene muchas riquezas, lo que provoca muchos problemas de interés desde occidente y aprovechamiento de los conflictos internos. Ahora estamos viviendo una hambruna terrible en el cuerno, pero también en el resto de África. La sequía es una realidad, pero se podría enfrentar haciendo pozos, conducciones y tomando otras medidas. Si África no tuviera petróleo, diamantes y tantas riquezas, estaría tranquila. Su riqueza es su pobreza, porque todos quieren aprovecharse. Entonces, son muchas cosas: injusticias, tala indiscriminada de árboles, se quía, hambruna, interés des de occidente, conflictos bélicos, desplazamientos, etc.”, explica.

¿Qué ha significado para usted ser misionera donde el cristianismo es religión minoritaria?

Creo mucho en la relación islamo-cristiana en África, porque más que discutir si Jesús es profeta o el Hijo de Dios, Jesús es nuestro hermano y punto. Tenemos una relación de buenos vecinos, porque las familias, incluso de sacerdotes, son familias musulmanas. Son sacerdotes porque han conocido a unos misioneros blancos que quisieron dar la vida por ellos y se han hecho cristianos. También con las otras denominaciones cristianas y con la gente de religión tradicional.

Nos queremos mucho y somos todos muy amigos. Jesús en ningún momento rechazó a nadie, él se metió en una cultura, fue al fondo de ella y ahí se abrió a los demás. Eso es lo que tenemos que hacer nosotros. Todo lo que nos impida acercarnos a los de más no es de Jesús.

¿Y qué ha pasado con su fe en Cristo?

Ha aumentado mucho; es más del evangelio que de estructuras. Jesús me sacudió
en África.

¿No le desespera la injusticia?

Me enoja, pero no me desespera. Creo que vamos a salir adelante. Tal vez no lo vea, pero África será una vez ella. Yo creo que una persona que va a África no puede bajar los brazos, desanimarse, porque eso no le hace bien ni a África ni a uno. Los africanos no quieren que los tengan como “pobrecitos negritos”. Son tan dignos como todos.

Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas
Santiago, 13-10-2011