Miles de jóvenes de toda Gran Bretaña siguieron, a través de pantallas gigantes, la Misa celebrada por el Papa en la catedral católica de Westminster. Al término de la celebración, Benedicto XVI salió al atrio para desde allí saludarles y dirigirles un breve discurso.
Recordando el lema de este viaje, "El corazón habla al corazón", el Papa pidió a los jóvenes que “miren en el interior de su propio corazón”, que piensen “en todo el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer”.
“Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido”, afirmó el Papa, exhortando ante todo a los jóvenes a “agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida”.
“Necesitamos dar gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios”.
El hombre también ha sido creado para amar, prosiguió el Papa. “A veces esto parece lo más natural, especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor”.
“Pero otras veces constatamos que es difícil amar; nuestro corazón puede endurecerse fácilmente endurecido por el egoísmo, la envidia y el orgullo”.
El amor, explicó el Papa, “es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere ayuda”.
Por ello, exhortó a los jóvenes a “dedicar tiempo a Jesús en la oración”.
“La verdadera oración, requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que el Señor hable”.
“Incluso en medio del "ajetreo" y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser”, añadió el Papa.
Cuando esto sucede, concluyó, “al descubrir nuestro verdadero yo, descubrimos la vocación particular a la cual Dios nos llama para la edificación de su Iglesia y la redención de nuestro mundo”.
Fuente: www.zenit.org
Londres, 18-09-2010