El Arzobispo Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados, intervino el 27 de septiembre en la LXVI Asamblea General de la ONU en Nueva York. Su discurso se centró en los principales desafíos a los que se enfrenta hoy la comunidad internacional: las emergencias humanitarias, la falta de libertad religiosa y la crisis económica.
Refiriéndose al primer desafío, el Arzobispo Mamberti recordó que "en ciertos lugares del mundo, como en el Cuerno de África, nos encontramos, desgraciadamente, ante emergencias humanitarias graves y dramáticas que provocan el éxodo de millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, con un número elevado de víctimas de la sequía, el hambre y la malnutrición. La Santa Sede desea renovar su llamamiento a la comunidad internacional, expresado numerosas veces por el Papa Benedicto XVI, para que amplíe y sostenga las políticas humanitarias en dichas zonas", así como para que actúe sobre las causas que provocan estas crisis.
Cristianos, grupo religioso más perseguido
A continuación, el Secretario para las Relaciones con los Estados se refirió al problema del respeto de la libertad religiosa, que es una "vía fundamental para la construcción de la paz, el reconocimiento de la dignidad humana y la salvaguardia de los derechos del hombre".
"Las situaciones en las que el derecho a la libertad religiosa se niega a los creyentes de las diversas religiones son, lamentablemente, numerosas; asimismo, se observa un aumento de la intolerancia por motivos religiosos. (...) Se ha constatado que los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. La falta de respeto a la libertad religiosa representa una amenaza para la seguridad y la paz".
El camino hacia la solución de este problema pasa por "un compromiso común para reconocer y promover la libertad religiosa, favorecido por un diálogo interreligioso sincero promovido y actuado por los representantes de las diversas confesiones religiosas, y apoyado por los gobiernos y las instancias internacionales".
El tercer desafío lo constituye la crisis económica y financiera mundial: "Todos sabemos que un elemento esencial de la crisis actual es el déficit de ética en las estructuras económicas (...) La economía ya no puede funcionar solamente por una autorregulación del mercado, y menos aún, por los acuerdos que se limitan a conciliar los intereses de los más poderosos. Necesita una razón de ser ética, con el fin de funcionar para el hombre. La idea de producir bienes y servicios (...) de una manera estratégica (...) sin buscar con esas acciones hacer el bien, es decir, sin una ética, se ha revelado una ilusión ingenua o cínica, siempre fatal. Cada decisión económica tiene una consecuencia moral. La economía necesita una ética (...) centrada en la persona y capaz de ofrecer perspectivas a las nuevas generaciones".
"La Santa Sede ha subrayado en numerosas ocasiones la importancia de una nueva y profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus objetivos, así como una revisión clarividente de la arquitectura financiera y comercial global, para corregir las disfunciones y las distorsiones. Esta revisión de las reglas económicas internacionales debe colocarse en el marco de la elaboración de un modelo global de desarrollo".
Dicho modelo ha de tener en cuenta la noción de "familia de naciones", de forma que se preste más atención a las necesidades de los pueblos menos favorecidos. "Una familia es por su naturaleza una comunidad basada en la interdependencia, en la confianza mutua (...) Su pleno desarrollo se basa no en la supremacía del más fuerte, sino en la atención al más débil (...) y su responsabilidad se extiende a las generaciones futuras". Del mismo modo, "se debería crear una estrategia para el desarrollo centrada en las personas, que favorezca la solidaridad y la responsabilidad con respecto a todos, incluidas las generaciones venideras".
Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas
Santiago, 03-10-2011