Los resultados de la encuesta CASEN 2012 han generado bastante revuelo por la interpretación de los resultados que cada sector, dependiendo de su posición en el espectro político, han hecho de ella. Lo único cierto es que en Chile existe una realidad que vemos a diario y que no es traspasable ni a números ni a estadísticas.
Se dice que la pobreza en Chile disminuyó del 15,1 por ciento al 14,4 y la extrema pobreza pasó del 3,7 al 2,8 por ciento. Esto quiere decir que alrededor de dos millones de chilenos viven en condiciones de falta de recursos para satisfacer sus necesidades básicas.
Cuando hablamos de necesidades básicas, nos referimos a alimentación, techo y abrigo, factores insuficientes para comprender un estado que contiene innumerables dimensiones y que si bien el esfuerzo que se realiza a través de la CASEN para definir políticas públicas es importante, erra en su punto de focalización del problema mayor. Porque responder a la pregunta ¿qué es ser pobre? no es fácil y tampoco creemos que sea posible, entonces el debate generado por los resultados de la CASEN es un debate sólo circunscrito a la trinchera política. De igual modo en la medida que las sociedades avanzan en sus estadíos de desarrollo como es el caso de chile es necesario avanzar más en políticas públicas que promuevan el desarrollo y menos la subsidiaridad del estado.
Para muchos la pobreza no es medible con parámetros estadísticos, pues tiene que ver con las expectativas de cada sociedad y sus niveles de participación. No es lo mismo ser pobre en Chile que en la India y tampoco es lo mismo ser pobre en Antofagasta que en el Maule. Pues en ambos casos hay una multiplicidad de factores que originan el estado de insatisfacción de recursos Humanos y materiales en relación al escenario en que se está inserto. Un gran hombre de esta zona M. Carlos González, decía que hoy “es pobre el que siempre escucha y nunca es escuchado”.
No cabe duda que la percepción personal de la pobreza será muy diferente en relación a las expectativas que una sociedad de consumo genera, sobre todo si el setenta por ciento de los trabajadores gana menos de 300 mil pesos en nuestro país. Esas familias en parte tienen cubierta las necesidades básicas de alimentación, techo y abrigo, pero todavía a duras penas cubren rubros como salud, cultura, educación, vivienda, esparcimiento o transporte, necesarios para una mejor calidad de vida. Durante mucho tiempo las sociedades vivieron buscando la felicidad y el debate en el estado era en torno a ella y los elementos necesarios para alcanzarla. Hoy nos centramos en la riqueza, la medimos y la contamos, haciendo a las personas cada vez más insatisfechas y menos felices. Entonces queda volver al paradigma de la felicidad, donde hombres y mujeres encuentren un sentido pleno de progreso y desarrollo, que se cumple cuando uno se siente parte importante del todo social en que está inserto. Hemos ido perdiendo esa capacidad de sentirnos parte de algo mayor, y eso no se contabiliza en ninguna encuesta.
La felicidad se vive en libertad, y dificulta el sentirse parte de algo mayor, si debes hipotecar el futuro por un respiro de libertad.
Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas
Santiago, 26-07-2012