Han sido esperanzadores los frutos conseguidos en el marco de esta Campaña, pero todavía queda mucho por hacer.
Como señala la FAO en su Informe 2015 sobre el estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, aunque merecen aplaudirse los avances producidos en la reducción del hambre, a fecha de hoy 795 millones de personas siguen siendo víctimas del hambre en el planeta.
La realidad del hambre sigue ofreciendo una imagen desigual: mientras que el África subsahariana padece la mayor prevalencia de subalimentación y Asia, la región más poblada del planeta, sigue teniendo el mayor número de personas subalimentadas, América Latina y el Caribe registran rápidos avances en la reducción del hambre, sobre todo en el sur del continente. Un dato para la esperanza es que aquellos países donde se ha alcanzado la meta de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) relativa al hambre, destacan por disfrutar, en su mayoría, de condiciones estables políticas y económicas, acompañados a menudo de políticas de protección social para los grupos más vulnerables de la población.
El objetivo de la erradicación del hambre sigue siendo para Manos Unidas y Cáritas, y para el conjunto de la comunidad internacional, un imperativo. Prueba fehaciente de ello ha sido la inclusión en la nueva agenda de desarrollo sostenible, aprobada en Nueva York recientemente, de un objetivo específico en el que los países firmantes se proponen “poner fin al hambre en 2030, lograr la seguridad alimentaria, la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”.
La nueva agenda de desarrollo sostenible consta de 17 objetivos, y se propone concentrar los esfuerzos de los Estados en los próximos 15 años en la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la insostenibilidad de nuestro actual modelo de desarrollo.
Este escenario nos plantea a Cáritas y a Manos Unidas el gran reto de continuar trabajando con determinación y de manera muy activa para asegurar que en 2030 todas las personas tengan acceso a una alimentación sana, nutritiva y suficiente; a poner fin a todas las formas de malnutrición; a incrementar la resiliencia de las comunidades; a duplicar la productividad agrícola, y a adoptar medidas que aseguren el buen funcionamiento de los mercados de alimentos.
Uno de los apoyos más valiosos con que contaremos para enmarcar en los próximos años nuestro trabajo en este terreno está, precisamente, en el Estudio sobre la Seguridad Alimentaria impulsado por Cáritas Internationalis dentro de la campaña Una sola familia humana, alimentos para todos. En este documento se identifican con claridad los ejes que deben sustentar nuestras estrategias a corto y medio plazo en la lucha contra la inseguridad alimentaria: atajar la falta de recursos a la que se enfrentan los pequeños agricultores, abordar la baja productividad agrícola y atenuar el impacto del cambio climático. En la media en que logremos articular respuestas a estos problemas, estaremos incidiendo en las causas del hambre y la desnutrición, pero también en las que originan el incremento de las migraciones, la disparidad en los ingresos y el aumento de la violencia.
Manos Unidas y Cáritas se comprometen a seguir trabajando para fortalecer un modelo de cooperación fraterna con las comunidades y las Iglesias locales de todos los países del mundo donde estamos presentes, basado en el impulso de medidas que permitan que el derecho a la alimentación sea una realidad para las personas más vulnerables. Hablamos de buenas prácticas dirigidas a impulsar la agricultura a pequeña escala, teniendo en cuenta que, según la Vía Campesina, son los pequeños agricultores quienes producen la mayor cantidad de alimentos que se consumen en el mundo.
Igualmente, nuestro trabajo en el ámbito de la seguridad alimentaria seguirá dando el mayor protagonismo al liderazgo de las mujeres como agentes de desarrollo de las comunidades locales, para lo cual es prioritario garantizarles el pleno acceso y control de los recursos para la producción alimentaria.
Junto a ello, centraremos nuestros objetivos en la consolidación de un buen sistema de mercados agrícolas, en especial de mercados locales, que son un instrumento prioritario a la hora de afrontar las causas de la inseguridad alimentaria.
No podremos avanzar hacia esos objetivos si no desarrollamos, en paralelo, acciones de incidencia social y política que permitan fortalecer el diálogo entre la sociedad civil y los gobiernos para mejorar las políticas públicas, el marco legal y los sistemas productivos que garanticen la seguridad alimentaria. En ese sentido, apoyamos la aplicación de las Directivas Voluntarias de la FAO aprobadas en 2004 por parte de los Gobiernos, que son una valiosa herramienta para los países a la hora de mejorar la evaluación de la seguridad alimentaria en sus propios territorios, y avanzar de forma fiable hacia la plena realización del derecho a la alimentación en cada país.
En la recta final de la campaña Una sola familia humana, alimentos para todos, recibimos un nuevo regalo magisterial del Papa Francisco con su encíclica Laudato sí, que ofrece una sugerente invitación a todas las personas que habitamos la Tierra a cuidarla y a establecer con la Creación una verdadera relación de simbiosis, a respetar y practicar los derechos humanos, y a romper las desigualdades. Francisco nos recuerda que todos tenemos derecho a disfrutar de los bienes de la Tierra y que, citando las palabras de los obispos de Paraguay recogidas en la encíclica, “todo campesino tiene derecho natural a poseer un lote racional de tierra donde pueda establecer su hogar, trabajar para la subsistencia de su familia y tener seguridad existencial. Este derecho debe estar garantizado para que su ejercicio no sea ilusorio, sino real” (L. si, 94).
La campaña Una sola familia humana, alimentos para todos culmina su recorrido. Pero nuestras organizaciones seguirán su trabajo por la defensa del derecho a la alimentación. Con el apoyo entusiasta de nuestros miles de voluntarios, colaboradores y agentes, el aliento pastoral de nuestros obispos y comunidades parroquiales, y la cercanía de toda la sociedad, estos dos años de actividad intensa han servido para mejorar nuestro aprendizaje, renovar nuestra determinación y reforzar nuestra convicción de que acabar con el hambre en el mundo es posible.
Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas
Santiago, 10-12-2015