El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización del resto de todos los derechos humanos.
Sin embargo, la pandemia del COVID-19 vuelve a dejar en evidencia que el acceso al agua todavía no es un derecho plenamente garantizado, y que en pleno siglo XXI hay miles de personas que no tienen acceso al agua potable en el país. Las grandes inequidades económicas, sociales y ambientales que caracterizan a nuestra sociedad se expresan también en que muchas comunidades carecen de este bien esencial para la vida.
La escasez del agua es un serio problema mundial, que tiene consecuencias muy graves, tanto para el medio ambiente como para las personas. Vivimos una crisis socioambiental global que tiene múltiples expresiones, como el calentamiento global, la desertización que va creciendo en zonas que antes gozaban de ríos y pantanos, y la imposibilidad de cultivar y regar la tierra, que afectan también a nuestro país.
La Semana Laudato Si´nos llama a comprometernos de manera urgente con cambios estructurales, comuntarios y personales, que contribuyan a transfomar las formas de tomar decisiones, los modos de producir, distribuir y consumir los bienes, y nuestros estilos de vida y de relacionarnos. Para dar sostenibilida a la vida en el planeta, nos llama a replantear el actual modelo de desarrollo y avanzar a una economía al servicio del bien común, que proteja nuestros bienes naturales, que cuide y valore la riqueza que nos regala la Tierra, entre ellos el agua.
Efectivamente, en medio de la pandemia, Laudato Si´, nos interpela: “Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable.” (n. 30)
Fuente: Comunicaciones Pastoral Social Caritas
CECh, 22-05-2020